Relatos – El botón azul


El Botón Azul

Marie sonrió amablemente como lo hacía cada vez que entregaba la bolsa de compras al cliente. Es que su trabajo en la caja de atención al público así lo requería. Su jefa, había sido siempre muy estricta e insistente con el trato al cliente y mas de una vez fue reprendida por no hacerlo lo suficientemente bien.

Ya siendo casi las 8 de la noche del viernes Marie procedió a bajar la persiana de la tienda y contar el dinero recaudado de la semana. Al terminar fue hasta la oficina de su jefa y golpeó a la puerta. Una voz seria dijo:
“Un momento”.
Marie se quedó en silencio junto a la puerta mirando el piso. Al cabo de casi 5 minutos, la voz dijo:
“Pase”. Marie inmediatamente ingresó.
La oficina era muy grande estaba decorada con muebles modernos, una pequeña biblioteca y un sofá. Tras un escritorio de madera lustrada estaba sentada leyendo su jefa, la Sra. Derriere, quien era una mujer de unos 45 años, pelo oscuro atado y dueña de un físico de atributos envidiables que no dudaba en mostrar usando vestidos de latex. Marie se acercó al escritorio y dijo:
“Amelie, le dejo la recaudación de la semana y la llave de la caja, hoy no puedo quedarme”.
La Sra Derriére alzó la vista y fulminó con sus ojos azules a Marie, al tiempo que le dijo:
“Tengo planes para ti este fin de semana, ¿lo has olvidado?, y prosiguió leyendo.
 “Oh, es verdad, disculpe ud ama”. Contestó Marie.
Ella estaba acostumbrada a los pedidos poco habituales de su jefa. Con el tiempo se había acostumbrado a verla vestida de latex y mas recientemente, desde que la había aceptado como ama a quedarse con ella algunas noches.
“Bien, pide con tiempo la cena, cenaremos a las nueve, mas tarde iremos al cuarto de juegos”.
“Si ama”. y se retiró.
La tienda era lindera con la casa de la Sra Derriére, por lo que ambas se fueron por diferentes puertas que conectaban con zonas de la casa.
Un rato después de cenar, la Sra Derriére dijo:
“Bien, iremos al cuarto de juegos, me muero por empezar”.
Marie la miro de una manera que dejaba entrever su ansiedad y excitación por lo que pasaría. y con vergüenza preguntó:
“¿No me dirá cual es la sorpresa?”.
“Claro que no!, disfruto mucho de encender tu imaginación” respondió la Sra Derriére.

El cuarto de juegos era un dormitorio muy amplio que tenía, además de una cama, elementos poco usuales, cepos, muebles de bondage y hasta una silla de examinación ginecológica.
Al llegar, La Sra. Derriérre sacó una caja del armario y le dijo a Marie:
“Aquí tienes tu nueva ropa, vístete”.
Marie abrió la caja y sacó de ella un catsuit de latex azul eléctrico. Aunque los conocía por su ama, nunca había usado uno ella misma. Mientras Marie miraba ansiosa, la Sra. Derriére se acercó a ella, le entregó un pomo de gel lubricante y dijo:
“Vamos, sabes como hacerlo, tú misma me has vestido antes, créeme te encantará”.
Marie asintió y dubitativa se quitó la ropa. Luego tomó el pomo de gel lubricante y se untó todo el cuerpo. A continuación empezó a enfundarse en el catsuit, primero puso los pies, subiendo hasta la cintura, luego los brazos y hasta el cuello. El catsuit tenía pies y manos incluídas y era tan elástico que no requería de cierres, sencillamente se ponía estirando la apertura del cuello.

Al terminar, Marie se aplicó silicona para darse brillo y quedó como una escultura perfectamente enfundada.
La Sra. Derriére miró con aprobación y dijo:
“Bien, bien, pero todavía nos has visto lo mejor”.
Marie se sentía totalmente abrazada y contenida por el latex y debió reconocer  que la nueva sensación en todo su cuerpo le pareció tremendamente excitante. Mientras se miraba, la Sra Derriére se paró detrás de ella y susurró:
“Ahora, la máscara”.
Y alzándola, se la deslizó sin más sobre su cabeza. La máscara solo tenía apertura para la nariz y boca, por lo que Marie quedó a oscuras. La sensación de presión que sintió en su rostro hizo que involuntariamente se llevase sus manos hacia éste, recorriéndolo en su nueva forma, mostrando notablemente su excitación. La Sra Derriére sonrió y aprovechó para frotar con sus manos los pezones de Marie, quien automáticamente empezó a gemir.
“Bien, bien, ya estás preparada”  Dijo.
Sin poder ver, Marie fue conducida de la mano hacia la silla de examinación.
La Sra Derriére se colocó lubricante en su dedo de latex y procedió a introducirlo lentamente en el ano de Marie, quien gimió nerviosa al sentir la intrusión. Hecho esto, tomó un tapón anal inflable y se lo insertó, luego lo infló y colocó la traba en la válvula. Marie con los ojos tapados por la máscara no veía lo que ocurría pero sentía el tapón anal que la llenaba y aunque nerviosa, no era la primera vez que la Sra Derriére se lo hacía usar.

Luego le insertó un cateter en la uretra, enhebró en éste un dildo vibrador  y penetró a Marie hasta que quedó totalmente inserto. El extremo del cateter de goma lo unió a un colector de orina y se lo sujetó al muslo al tiempo que decía:
“Mi querida, en breve estarás lista para jugar”..
La Sra Derriére  tomó de la mesa el “fijador”, que no era más que un cinturón de castidad de gruesa goma que hacía las veces de ropa interior. Al colocárselo, sujetaba en posición tanto el dildo como el tapón anal, impidiendo que pudiesen ser removidos. Finalmente lo trabó con un diminuto candado. Ahora los esfínteres de Marie estaban completamente controlados por su ama y ella nada podía hacer.
“Ahh, ahora, el toque final”. Dijo la Sra Derriére mientras tomaba de la mesa y le colocaba un par de electro-pezoneras.
“¡Finalmente!, no puedo esperar a comenzar a entrenarte”. Le dijo con firmeza.

Marie fue desatada de la silla y llevada hacia un costado de la habitación. Allí, cerca de la pared, colgaba de techo lo que parecía un marco rectangular rígido que estiraba dos planchas de latex negro que llegaba casi hasta el piso. Al acercarse la Sra Derriére le dijo:
“Iniciaré tu entrenamiento haciéndote experimentar el aislamiento en latex” y prosiguió.
“Esta es una cama de vacío y estarás confinada en ella estos días, ya verás que te acostumbrarás”
“Si, Sra” dijo Marie tímidamente.
La Sra Derriére abrió el cierre lateral de las planchas e hizo que Marie entrase, quedando parada entre las dos planchas de latex. A continuación cerró el cierre hermético y la ayudó con las manos para que el tubo del mordillo de Marie saliera por el pequeño hueco central que había a frente. Ahora la respiración de Marie se oía mas agitada que antes.
“Tranquila, al principio te parecerá extraño, pero luego lo disfrutarás”. Dijo la Sra Derriére.
Inmediatamente después presionó el botón del control remoto y el aire entre las planchas comenzó a ser extraído, haciendo que Marie se pudiese mover cada vez menos hasta que al final se hizo vacío y quedó sellada en el latex, absolutamente inmovilizada y abrazada por él.

Primero la agitación de Marie se hizo notar en el silbido que hacía su tubo de respiración. Estar a oscuras, totalmente penetrada, inmóvil y sin saber lo que ocurriría le hizo agitar. La Sra Derriére al ver esto, se acercó a su oído y le susurró:
“No tengas miedo , relájate, pronto verás cuán placentero es”.
Y con sus manos, recorrió todo el cuerpo de Marie, acariciándola, frotándole sus pezones y calmándola. Poco a poco se tranquilizó y fue acostumbrándose a estar suspendida en el latex. Su respiración se hizo pausada y suave. Hecho esto la Sra Derriére se alejó de ella y se recostó en la cama a leer por un largo rato. Marie fue de a poco entrando en un estado casi meditativo, en medio del silencio y la oscuridad total.

En algún momento, medio dormida, empezó a sentir nuevamente que caricias recorrían su cuerpo y lentamente empezó a sentirse excitada. Esas manos conocían su cuerpo, y esa voz que le susurraba sabía qué decir para endulzarla. Marie empezó a gemir, aunque tenía fuertes deseos de frotar su clítoris no podía moverse en absoluto. La Sra Derriére jugueteó un rato mas con ella, haciéndola acercarse al climax, pero negándoselo en el último instante. Luego de varios minutos interminables, tomó el control remoto y dijo:
“Has sido muy obediente, tal vez es hora de darte un poco de gratificación, crees que lo mereces?”.
Marie al no poder hablar solo gimió asintiendo. Inmediatamente el dildo en su vagina empezó a vibrar alternadamente con las pezoneras que tenía puestas. Esta combinación fue irresistible y no hizo más que arrastrarla al climax de manera arrolladora. En un instante se oyó un intenso gemido y la cama de vacío suspendida del techo se sacudió toda. La Sra Derriére sonrió y murmuró:
“Ya eres mía”.
De a poco Marie fue gimiendo en forma cada vez mas suave y hasta que se fue quedando en silencio. Un rato después la Sra Derriére dejó el control remoto, fue hasta la cama y se acostó, dejando a Marie fija en su empaque al vacío. Todas las emociones y sucesos ocurridos hicieron que se quedara dormida, suspendida en el latex. La noche transcurrió en total silencio.

 Ya de mañana la Sra Derriére se levantó, chequeó que todo estuviese en orden con Marie y luego se fue a desayunar. Al regresar se bañó y cambió su catsuit por otro de color rojo intenso. Luego  fue hasta Marie y se quedó mirándola. Ese cuerpo femenino, completamente enfundado en el latex, la hizo excitar. Entonces volvió a su cama, tomó un dildo de doble penetración y comenzó a estimularse con él mientras la miraba a Marie, que estaba aun dormida, inmóvil. Las Sra Derriére se acabó múltiples veces y se recostó.

Ya era mediodía cuando un súbito temblor hizo que Marie se despertase. Estando en total oscuridad no tenía la mas mínima idea de qué hora era de ni cuanto tiempo llevaba allí. Unas manos acariciaban sus pechos.
La voz de la Sra Derriére dijo:
“¿Buenos días, dormiste bien?.
Marie emitió el mejor “Si” que podía dado que tenía la boca llena con un mordillo de latex.
“Me alegro, veo que ya te has amigado con el latex, pero aun debes mejorar”. y continuó:
“Ya has dormido demasiado, vamos, te daré tu almuerzo”.
Acto seguido se acercó y le quitó el mordillo. dejando su boca y labios al descubierto. La Sra Derriére acercó su dedo índice de latex y acarició los labios de Marie, mientras le decía:
“Eres tan sensual que no puedo dejar de desearte”.
Marie sacó su lengua y suavemente sujetó el dedo son sus dientes, luego comenzó a succionarlo y la Sra Derriére se lo introdujo en la boca. Mientras tanto, con la otra mano, le tocó los pezones y empezó un juego de excitación que rápidamente hizo que Marie se mojara.
De repente le detuvo y dijo:
“Eres incorregible!”.
Y tomó el control remoto, presionando en secuencia los botones que activaban la vibración del  dildo y las pezoneras. Esta vez Marie pudo expresar lo que sentía, ya que su boca estaba libre y dejó salir un profundo gemido que fue intensificándose a la par de la estimulación, cada vez mas intenso hasta que llegó al climax. La Sra Derriére sonrió satisfecha.

Cuando Marie se relajó, la Sra Derriére procedió a apagar el sistema de vacío, liberándola y haciendo que ella pudiera volver a moverse nuevamente. Luego abrió el cierre lateral y la ayudó a salir de la cama. Guiándola del brazo la llevó hasta un sofá y la hizo sentar. Luego le quitó la máscara de latex para que pudiera ver.
Al primer momento se tuvo que acostumbrar de nuevo a la luz, luego de haber estado muchas horas en la oscuridad total. Ya recobrada, Marie miró a su ama y le dijo:
“Gracias ama, aunque me cuesta, tu siempre logras hacerme superar, tu me tienes paciencia y me amas, tu me haces descubrir cosas de mi que no conocía”.
La Sra Derriére le dió un abrazo, luego le dijo:
“No solo yo te hago superar. Tu eres quien me haces querer ser mejor ama”.
Y buscando sus labios la besó.

Más tarde se sentaron a comer. Ambas permanecieron en sus catsuits y la comida fue distendida, como una charla entre amigas, haciendo que toda la situación fuese resultando cada vez más cotidiana.

Ya de tarde la Sra Derriére llevó a Marie a la silla de examinación y procedió a vaciarle y cambiarle la bolsa colectora de orina, que al cabo de tantas horas ya estaba casi llena. Luego le colocó una máscara de latex con apertura para los ojos y boca, un collar de postura, que le hacia mantener una pose erguida y un corset de grueso latex que le dió a su cuerpo una figura aun mas marcada de lo que ya era. El toque final fueron unas altísimas botas de ballet negras. A continuación, la Sra Derriére le ordenó comenzar con los quehaceres de toda la casa, pero con la siguiente condición:
“Aprende a hacer tus quehaceres en tu uniforme y serás recompensada”.
“Si, ama, me esforzaré por complacerte” Dijo Marie.
La Sra Derriére tomó su cartera y salió en su auto sin decir nada más.

Marie empezó haciendo equilibrio en sus tacos. Al principio limpiar la habitación y acomodar la ropa sin caerse le resultó bastante difícil, sus pies le dolían, pero con el pasar de los minutos se fue acostumbrado hasta que ya casi no sentía puesto su uniforme. En ningún momento se le ocurrió quitarse nada de su atuendo ya que no solo sería castigada por ello sino que quería demostrarle a su ama cuán fuerte era su voluntad de perseverar.

En un momento y sin aviso el dildo que llevaba inserto empezó a vibrar, unos segundos después también lo hicieron las pezoneras. Marie empezó a excitarse sin poderse controlar. La estimulación no se detuvo y terminó por hacerla caer de rodillas al piso. En medio del éxtasis, alcanzó a oir el teléfono sonando, pero Marie al principio no atendió, sin embargo dado que seguía sonando insistentemente decidió hacerlo. Entre gemidos, pero tratando de mantener la compostura, levanto el tubo y dijo:
“Ho, hola, casa de, de, la Sra Derriére, ¿quién habla?”.
Una voz femenina contestó:
“Soy tu ama, ¿qué te ocurre que no atiendes cuando te llamo?”.
“Es queeee, mmmh, yoooo, es queee, aaahhhh,….” dijo entre gemidos Marie.
“¿Es que tú qué?, ¿acaso estás teniendo un orgasmo?”.
“Bueno yoo, Ahhhh, si, es que, Mmmmgh,  mi uniforme……”
“Tu uniforme está haciendo lo que yo le ordeno en forma remota”. Dijo la Sra Derriére y prosiguió
“Ahora sabes que puedo darte placer y hacerte acabar cuando yo lo desee no importa donde estés, pero también puedo detenerlo cuando yo lo desee y negarte el orgasmo”.
La Sra Derriére presionó el botón stop y la estimulación cesó instantáneamente, dejando a Marie a un paso del orgasmo, pero sin poder llegar a él.
“Ama yo..” murmuró Marie.
 “|Tú nada!, solo yo decidiré cuándo, dónde y cómo recibirás gratificación”. Dijo maliciosamente la Sra Derriére.
Marie aun jadeando dijo:
“Si, Ama”.

No sabía por qué pero ahora la idea de ser controlada por ella la excitaba. La Sra Derriére colgó y Marie se levantó del piso. Luego de lo ocurrido y aun aturdida por la situación prosiguió como pudo con las tareas que le habían asignado. Ya había oscurecido cuando la Sra Derriére regresó. entró desde el garage cargando algunas bolsas de compras. Al ver a Marie le dijo:
“Bien, prepara la cena, hoy quiero cenar algo mas especial”. y se retiró a la habitación.
Marie no dijo nafa y fue hacia la cocina. Un rato después mientras cocinaba, la Sra Derriére se apareció por detrás. Marie se dió vuelta y se quedó mirándola.
 “Has cumplido muy bien con tus tareas, eres una excelente sumisa”. Dijo su ama.
Marie sonrió y dejó entrever su felicidad.
“Gracias Ama, siempre es un placer”.
La Sra Derriére se le acercó en silencio con una mirada lasciva. Marie dejó de sonreír tratando de entender la expresión, pero su ama presionó el botón azul del control remoto. Marie soltó involuntariamente la espátula que tenía en la mano y cayó de rodillas. Su boca se abrió. Sus ojos se fueron ligeramente hacia arriba y empezó a gemir. La Sra Derriére parada altiva frente a ella  apretó aun más el botón como si fuese el volúmen del televisor. Marie se sacudió y ya en el piso, siguió jadeando hasta que un orgasmo descomunal recorrió todo su cuerpo. La Sra Derriére dijo:
“Ahora eres una zorra de latex”.
Unos minutos después, la ayudó a incorporarse. Marie aun sentía las piernas algo flojas, pero continuó cocinando. La Sra Derriére le dijo:
“Rápidamente has aprendido que cuando eres una buena sumisa, la recompensa será considerable”.
“Si ama, eres demasiado gentil conmigo”. Dijo Marie.
“Claro que no, es que no puedo ser estricta como debería con una joven tan sensual”. Dijo la Sra Derriére y le dió un beso de lengua apasionado.

Largo rato después de la cena, la Sra Derriére llevó a Marie a la habitación, le quitó el uniforme y le colocó el catsuit para dormir que era igual al que había usado la noche anterior. Pero esta vez se recostó en la cama, se bajó el cierre de su entrepierna y ordenó a Marie que le diera placer oral. Marie, llevaba la máscara de latex sin apertura para los ojos por lo que se guiaba por el tacto y por su lengua.

La Sra Derriére tenía en sus manos el control remoto y presionaba el botón azul mientras Marie la atendía, ésta reaccionaba a la estimulación del dildo y pezoneras moviendo su lengua en forma más intensa sobre la vagina de su ama, haciendo que ésta gimiera aun más de placer. Este juego entre ambas terminó luego de más de una hora, después de infinidad de orgasmos con ambas totalmente exhaustas. Marie, casi dormida, fue conducida a la cama de vacío y sellada en ella para pasar la noche.

El domingo transcurrió de la misma manera, con Marie vestida en su uniforme de día, haciendo las tareas del hogar, mientras la Sra Derriére se dedicaba a sus hobbies. De tanto en tanto y sin aviso, Marie era sorprendida por oleadas de estimulación que la arrancaban de sus tareas y la obligaban a acabarse sin remedio. Mientras cortaba el pasto, limpiando el baño, en cualquier momento terminaba de rodillas o en el piso dominada por un orgasmo cada vez mas intenso  que no podía controlar.

Ya era lunes por la mañana cuando Marie despertó. La Sra Derriére estaba desconectando apresurada la cama de vacío para poder sacarla de allí. Lo primero que le dijo fue:
“Apúrate, ¡¡debes vestirte para abrir la tienda!!”.
Marie aun dormida apenas reaccionaba.
“Vamos!, ven, te quitaré el uniforme”. Dijo su ama.
Con una sorprendente práctica, la Sra Derriére le quitó el catsuit, la máscara, todo, dejándola desnuda.  Sin embargo, a pesar de que Marie creyó que volvería a su vestimenta normal, su ama le colocó un nuevo tapón anal, otro dildo y otras pezoneras más pequeñas. Luego le trajo su ropa usual de algodón y le dijo:
“Vístete, debes empezar a atender”.
“Pero….ama, yo…, el dildo, yo no”. Dijo Marie dubitativa.
“No hay tiempo de explicar, sabes que no me agrada la impuntualidad”.
Marie asintió y se puso su pollera marrón y remera amarilla. Luego fue hasta la puerta y comenzó a levantar la persiana de la tienda. Aunque algo consternada sabiendo que llevaba inserto un dildo y las pezoneras, se dedicó a acomodar todo y esperar que entrasen los primero clientes, cosa que no se hizo esperar. Al principio Marie estaba algo distraída. A veces preguntaba dos veces si no entendía, tenía la cabeza en otra parte. Pero pasadas las horas, se terminó olvidando del asunto y volvió a su rutina normal.

A eso de las 4 de la tarde, mientras una clienta se probaba un pantalón, sintió con horror que el dildo empezó a vibrar en su interior. Un segundo después las pezoneras hicieron igual. Marie dejó escapar un gemido involuntario. Empezó a temblar, sabía a donde llevaría todo esto. La clienta la llamó desde el vestidor pidiéndole un talle más grande, pero Marie ya estaba tremendamente excitada, tratando de no emitir sonido. Fue hasta allí juntando las piernas, como intentando evitar la estimulación. Casi le arrojó el pantalón a la clienta, cuando de repente todo se detuvo. Marie suspiró de alivio, aunque ahora se había quedado con unas tremendas ganas de acabar.

La clienta decidió comprar el pantalón. Dos minutos después ya estando en la caja, mientras Marie envolvía la compra frente a la clienta, la estimulación irrumpió de nuevo, pero mas intensa que nunca. Los ojos de Marie se elevaron, su boca se abrió y supo lo que vendría. La clienta se la quedó mirando y Marie se tapó la boca con la mano para acallar el irremediable gemido que estaba por soltar. Aunque acallado, a pesar de todo se escuchó:
“OOOOAAAhhhhmmmhmh” y su respiración jadeó.
“Lo siento, lo siento, ohh, yo”, dijo Marie avergonzada.
La clienta creyó que a Marie le dolía algo y le dijo:
“¿Estás bien?, te duele algo”.
“SI, sssi, yooo, nno, no te preocupes, es que estoy un poco indigesta, discúlpame por favor, discúlpame.
La clienta sonrió, entendiendo que Marie quería ocultar un desarreglo intestinal.
“Oh, no temas, come un poco de arroz, que tengas un buen día”. y se retiró.
Marie se puso roja de vergüenza, no sabía cómo, pero de alguna manera la Sra Derriére sabía cuándo encender el vibrador para ponerla en apuros. Ahora estaba tremendamente excitada, pues no le habían permitido llegar al climax, pero nada podía hacer.

El resto de la tarde pasó sin novedades, pero con una Marie confundida, por un lado su cuerpo ansiaba recibir su gratificación, pero por el otro nerviosa porque no estaba bajo su control y sabía que seguramente ocurriría en el momento menos oportuno.

Llegaron las 8 y Marie cerró la tienda. Luego, como de costumbre fue hasta la oficina de  su ama y le entregó la recaudación del día pero no mencionó nada sobre lo ocurrido. La Sra Derriére dejó por un instante su lectura y le dijo:
“Has sido una obediente sumisa y por eso te has ganado un pequeño regalo”.
Y al instante presionó el botón azul. Marie empezó a gemir y se puso de rodillas, sin saber por qué, instintivamente fue agachada hasta su ama y comenzó a pasarle la lengua, primero por las botas y luego subiendo lentamente hacia la entrepierna. Cuanto más se acercaba a ésta, la Sra Derriére incrementaba la intensidad de la estimulación, haciendo que la lengua de Marie se moviese en forma más y más frenética.

Luego de varios minutos y multitud de intensos orgasmos, Marie se quedó en el piso, abrazada  a las caderas de su ama. La Sra Derriére, besó a Marie en la frente y le dijo:
“Toma la caja que está en el sofá y vete a tu casa, hablaremos mañana”.
“Si, Ama”. respondió ella y se retiró.

Marie salió y abordó el bus en la esquina, tenía unos 30 minutos de viaje por delante. Se sentó en un asiento individual y se perdió en sus pensamientos. Estaba un poco consternada por lo ocurrido estos días, tantas cosas nuevas, los nuevos deseos que sentía la confundieron. En un momento no aguantó más las curiosidad y abrió la caja. En su interior había una máscara de latex y un catsuit rojos. La Sra Derriére no le había dicho qué hacer con la caja y por ende se debatió entre la cautela y las ganas de ponérselos que la había invadido al ver las prendas.

Con reserva sacó la máscara y se la llevó al rostro. No fue más que sentir el aroma del latex para que sus pezones se pusiesen firmes. Marie decidió detenerse y la guardó de nuevo. En ese momento, el dildo empezó a vibrar en su interior. Aunque el bus estaba casi vacío, no quería que nadie se diera cuenta de lo que sentía y apretó lo labios. Con sus primeros gemidos  contenidos, volvió a abrir la caja y a oler la máscara e Inmediatamente se acabó. Marie comprendió que era una especie de juego de recompensas que la Sra Derriére le estaba haciendo jugar, con cada acción acertada, recibiría gratificación.

Al llegar a su casa, se desvistió, vació su colector de orina y se fue directo a la sala. Tomó la caja y se la llevó a la habitación. Marie se sentó en la cama y ceremoniosamente tomó la máscara. Sentía deseos incontenibles de ponérsela y así lo hizo. Se acomodó el pelo y la deslizó lentamente sobre su rostro. La sensación de presión y el aroma la hicieron sentirse tremendamente excitada, le recordaba su estadía en la cama de vacío. Se recostó en la cama, cerró los ojos y buscó con sus manos las pezoneras, tratando de frotarse con ellas, pero fue inútil. De repente, empezaron a vibrar por sí solas y ahora si, en la privacidad de su habitación, se entregó a liberar los gemidos que durante el día había tenido que contener. El climax no tardó en llegar. Pero esto no le alcanzó, ahora miraba el catsuit con deseo y fue a buscarlo. Lo abrió y se enfundó en él. Ahora la sensación sí era completa, el latex la envolvía de nuevo y se sentía increíblemente sensual.

De inmediato el dildo y las pezoneras comenzaron a vibrar en conjunto y Marie recostada en la cama con sus ojos cerrados e imaginando a su ama en latex junto a ella, se entregó a un orgasmo tras otro como nunca había sentido antes. Exhausta, se quedó dormida.

El teléfono sonó despertando a Marie a mitad de la noche, quien atendió somnolienta. Era la voz de su ama.
“Buenas noches mi zorra de latex. Ya has entendido que tu obediencia es recompensada, verdad?”. Dijo la Sra Derriére.
“Mmmh, oh si Ama, para mi es un placer, mi deseo es estar a tu lado enfundada en latex” respondió Marie.
“Sabía que no me equivocaba contigo”. Replicó.
“Tu entrenamiento recién ha comenzado, te esperan semanas en la cama de vacío, sumergida en latex y entregada al placer de mis designios”.

Aunque la Sra Derriére no podía verla, Marie se pasó la lengua por sus labios en señal de excitación. La idea de vivir de nuevo esa experiencia de la mano de su ama la excitaba. La situación fue interrumpida por el timbre. La Sra Derriére dijo:
“Ve y abre la puerta Marie”.
“Pero…., si ama”. respondió Marie.
Marie abrió la puerta. Frente a ella estaba su ama, vestida en un catsuit de latex negro, una máscara y una botas altísimas. Marie sin decir nada se lanzó hacia ella y la beso.
“Recuerda siempre este momento, esta es la noche en que te he convertido en mi zorra de latex”. Dijo la Sra Derriére mirando a Marie con sus penetrantes ojos azules.
Marie se arrodilló ante ella y le lamió las botas. La Sra Derriére sonrió y tomando el control remoto, presionó con fuerza el botón azul.

FIN

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Titulo Original:  Die Blaue Taste
Autor:  GummiX
© 2004 by GummiX

2 respuestas to “Relatos – El botón azul”

  1. Cepia Says:

    Para matarse a p[EDITAOD]!

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